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No sabía cómo decirle que la echaba de menos. Pero no sólo un poco. La echaba de menos a rabiar. Tanto que hasta mis huesos lo notaban. No sabía cómo explicarle que mi cuerpo se quedó vacío en el mismo instante en que desapareció por aquella puerta. Quise gritarlo, pero no pude. Las palabras simplemente no estaban, parecían no existir. No tenía ni idea de cómo contarle que todos mis pensamientos (los racionales y los incoherentes) iban sobre ella. No tenía el valor de explicarle la sensación de inestabilidad que abrazaba mi vida, ahogándola hasta el punto de no llegar a sentir ni el aire al respirar. Quería decirle que los colores no eran iguales; que el verde era amarillo, que el amarillo se había vuelto violeta  y que en realidad, yo todo lo veía negro. Quería hacerlo, pero no podía; no sabía cómo. No tenía ni idea de cómo explicarle que mis ojos no podían contener más lágrimas, que mis labios estaban cortados y que mis manos se habían vuelto ásperas. No lograba comprender cómo no podía decirle que mis sonrisas ya no salían y que mis carcajadas se desvanecían en el silencio. Yo, que no mucho tiempo atrás se lo contaba todo.

Pero, lo que más anhelaba y no sabía cómo decirle era que no sólo se me había roto el corazón. Algo más fuerte, más duradero y más importante yo notaba que lo tenía resquebrajado. 

Ella no sólo me rompió el corazón: me llegó a partir el alma.

ATTE: Denzel Washington.

¿Habéis tomado la decisión más grande de vuestra vida? Yo sí, con veinte años. Resulta curioso porque, desde un primer momento no me costó ningún trabajo decidirme, era lo que quería hacer y lo iba a hacer. De hecho, para mí, era la única salida.