Málaga es una ciudad que, como todo en esta vida, tiene sus
pros y sus contras. Entre los segundos podríamos hablar del alto precio del
transporte público, las malas conexiones entre teatinos y el centro (el último
autobús que sale del centro creo que lo hace a eso de la una de la mañana), las
interminables obras del metro, la gran cantidad de tráfico, el bullicio de la
gente, las calles normalmente sucias (no es raro ver una cucaracha o un césped
lleno de basura), la
masificación de sus playas (por cierto, también algo descuidadas)…

Sin embargo, y aunque parezca que haya puesto a parir a esta
ciudad, si la comparamos con Antequera es todo un paraíso. Vale que su playa no
sea precisamente de las mejores, pero al menos está ahí. Tendrá además todos
los defectos anteriormente citados entre otros, pero quedan enormemente superados por su amplia oferta cultural (la noche en blanco, la gran
cantidad de cines, museos, La Invisible…) y el gran número de espacios
dedicados al ocio (pubs, teterías…), sin olvidar que, a la hora de salir a
comer fuera, también son muchas las opciones, habiéndolas para todos los gustos
y bolsillos, siendo preciso reseñar la simpática forma en la que se piden los cafés en esta ciudad.

Málaga quizá no sea la ciudad más cuidada del planeta, pero
desde luego no deja opción al aburrimiento, y eso es algo muy positivo. Y por
último, por poner un ejemplo de un lugar emblemático (que ya me voy de las palabras),
cuenta con un precioso Jardín Botánico digno de visitar, con plantas
subtropicales que es extraño divisar en Europa.
Cristina Serrano Pedraza
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