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En esta época de confusión y desilusión estoy intentando buscar el lado positivo a muchos aspectos que me rodean, y mi carrera es el núcleo central que intento dominar. Por ello, no quiero hacer dejar fluir demasiado mi pensamiento pernicioso pues sería como abrir la caja de Pandora.
He vivido en primera persona, ergo leído y releído los aspectos negativos de todos nuestros profesores en las entradas, que son muchos. Como personas que son, antes que todo lo demás, tienen sus cosas buenas y negativas… pero cuando entramos en aspectos académicos en el que los daños son colaterales y vienen hacia mí y hacia mis compañeros (con fuerza) me parece espantoso. Yo creo que la clave de todo es, sencillamente, amar lo que haces… de esa forma todo fluye de forma positiva en ti y lo transmites a los demás. El problema es, pues, que muchos de los docentes que tenemos no cumplen con este requisito tan básico y esencial: una lástima para ellos, pero más lastima para nosotros.
Me indigna tener que soportar ciertas actitudes y grandes vacíos en cuanto a contenidos debido a la manada de docentes que no están preparados para transmitir absolutamente nada, ni mucho menos formar a nadie. Pero quiero hacer voz y referencia a todo y cada uno de los profesores que sí merecen llamarse así, aquellos que da gusto escucharlos, aquellos que intentan contarte lo que saben. Aquellos que te escuchan de verdad, aquellos que intentan confirmar que tú lo comprendiste de verdad. Aquellos que intentan que pases un par de horas de la forma más amena posible, aprendiendo. Aquellos de los que te acuerdas cuando recuerdas cosas que tanto te sirven. Aquellos que están aquí por unas inquietudes no tan dispares de las tuyas. Aquellos que, sencillamente, aman lo que hacen.

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