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Mi verano.


               Mi moto. Bueno, la de mi padre. Es turbo. La turbo mi abuelo, la turbo mi padre y ahora la tengo yo. Bromas aparte, esta imagen representa un verano. Un verano caluroso y lleno de emociones. Con las expectativas de que la facultad me estaba esperando al final del mismo y habiendo superado con buena nota la selectividad, como si de un videojuego de motor se tratara, desbloqueé el acceso a esta preciosa vespa clásica, de las que no quedan ya muchas.
               
                Representa un amor de verano, largas tardes en playas perdidas bien acompañado y locuras con amigos en un pueblo de turismo con mucha vida veraniega.

                   Dicen que todas las alegrías, al igual que las penas, vienen de golpe. No lo sé con seguridad, pero aquellos meses fui protagonista de una película de Roberto Benigni: La vida es bella. No se si se repetirá, pues en los últimos veranos he intentado imitarlo a base de vespa y playa, pero hay momentos, circunstancias, que nunca vuelven, y mejor asi. Es preferible tener buen recuerdo. Ese buen recuerdo parte de la base de que se trata de algo único, breve y caduco. De ser algo normal, perdería esa esencia que lo hace tan especial.


                                                                   Javier Yáñez Blasco


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