Eran de color azul, y a veces me miraban de pasada, como si
de un soplo de aire se tratase. Un día tropecé con ellos y no pude evitar
caerme sobre mi propia sombra, fue tan duro aquello de encontrarme de frente.
Eran de color azul, apenas existían, pero daban sentido a la
existencia descuartizando las noches. Regresaba a la nada conocida, el vértigo
a la soledad.
Eran de color azul, y a mí me dolían las manos de explorar el
vacío que dejaban. Por más que lo intentaba no podía recomponerme: una boca
allí, un ombligo por allá… paulatinamente todo se desvanecía al concebirlos.
Eran de color azul y su lengua viajaba tres veces cada vez
que mencionaba mi nombre, una por cada sílaba. Parecía traspasar la frontera
inaudible del tiempo, frágil.
Eran de color azul, y a veces los miraba, y su alma quedaba
desnuda. Y aunque se tapaba con la estela de la prudencia el deseo vencía por
condensarse en ellos, de color azul.
Eran de color azul, y a vez me miraban de pasada. Yo también
los miraba, de pasada, pero en algún punto del espacio se encontraban. Y ese
instante, solo ese, era el único capaz de llenar el vacío de todo el universo, de color azul.
Fly in the wall
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