¿Habéis tomado la decisión más grande de vuestra vida? Yo
sí, con veinte años. Resulta curioso porque, desde un primer momento no me
costó ningún trabajo decidirme, era lo que quería hacer y lo iba a hacer. De
hecho, para mí, era la única salida.
El primer paso fue el más difícil. Plantarme allí y
explicarme, excusarme incluso. Llorar, llorar y llorar más aún. No fueron
agradables conmigo, pero no tuvieron más remedio. Medio solucioné el asunto.
Tras esto fue algo más tranquilo todo. De no ser porque me
llevé la peor decepción que me podría haber llevado, y no, no fue agradable.
Los temblores, la ansiedad y las lágrimas volvieron. Otra vez.
Una semana más, tenía que aguantar una semana más. Una
semana más sin apenas fuerzas y poniendo buena cara.
Y pasaron los días, y lo hice. Acabó.
Gracias a que al final me esperaba el apoyo y la compañía más incondicional que tengo no me deshice en pedazos al dar el paso definitivo. Gracias...
Fue el fin de una pesadilla de horas de espera,
conversaciones muy incómodas (las más desagradables que podáis imaginar), y con
un final agridulce. Solo sentía alivio y cansancio, ni fuerzas para llorar me
quedaban. Quise dormir y lo hice. Ducha, cena y cama.
Y de vuelta a la normalidad, como si no hubiese pasado nada
y como si mi vida en esos días hubiese sido como la de cualquier persona.
Mis dotes para la interpretación superan las de cualquier actor en la vida real.
Boli Azul
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