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«Al fin y al cabo es todo lo que somos»


Patética. No hay forma a través de la cual pueda expresar lo mucho que me decepciona el punto musical que ha alcanzado la cultura. Si bien en los años 60 y 70 nos encontrábamos en una etapa de transición (en cuanto a calidad musical se refiere), camino a la “cima”, en los años 80 habíamos superado con creces esa delgada línea que separaba lo “muy bueno” de “lo espléndido”, ya que la música de esta época será recordada por todo el mundo. 

Los años 90 amenazaban fríamente con romper todo lo conseguido anteriormente, aunque de una forma sutil y hasta vaga. Fue realmente en el año 2000 cuando la música se distorsionó por completo. Poco a poco, los instrumentos orgánicos quedaban relegados y obsoletos, sustituidos por los “artificiales”, como pueden ser los sintetizadores o el conocido actual Auto-Tune (sí, señores cantantes, eso que os hace pensar que sabéis cantar). Y es que, ¿qué es un artista hoy en día si no toma uso de esta magnífica creación? Si todas las antiguas estrellas que, tristemente nos han ido dejando uno por uno súbitamente, levantaran cabeza, nosotros, la gente normal, nos encontraríamos ante la 1ª Guerra Mundial Musical, con Kurt Cobain al frente del ejército obrero musical y Pitbull liderando el bando “popular”. ¿La victoria? Es tan obvio como decir que si bien la música de hoy en día nos parece patética, ¿la del futuro? Mucho peor.

"La música es sinónimo de libertad, de tocar lo que quieras y cómo quieras, siempre que sea bueno y tenga pasión"


Lo que mucho de nosotros nos preguntamos (y desearíamos, que muchos de vosotros también lo hicierais, pero desgraciadamente, no es así) es: “¿Cómo hemos llegado a este álgido punto de mediocridad?”. Según suele decir la gente mayor (gente sabía, donde las haya): “Si algo es bueno al principio, lo será en el futuro” Ay, ¡cómo se equivocaban! Pobrecitos míos. Y es que, la culpa de todo, como siempre, la tiene el dinero. La música pasó de ser un ARTE a ser un NEGOCIO, algo triste, pero real. Pero eso no es lo peor, lo más fuerte de todo es que los que se hacen llamar “artistas” actualmente se dejan gobernar por esta absurda ley de “comercialidad musical”. Si todos los músicos se revelaran hoy en día contra la industria musical declarando: “No vamos a hacer basura, vamos a hacer música de verdad, a la empresa no le quedaría más remedio que abdicar, ya que a los oyentes y a la gente que compra la música de esos artistas, no les quedaría más remedio que comprarla. Sería entonces, el momento en el que la música volvería a ser de nuevo lo que fue en su momento, uno de los Artes más imprescindibles en nuestras vidas.

Pero claro, vivimos en un mundo donde el que manda, es el dinero. Tristemente, es así, y las épocas de revoluciones y reivindicaciones ya pasaron. Lo que hay es lo que hay y eso no va a cambiar. El ejemplo de cómo la música ha pasado a convertirse en basura en cuestión de años puede ser aplicado a otros grandes Artes, tales como el Cine o la Literatura. Un mundo rico y económicamente saludable, pero absolutamente vacío de pasión y alma. 


                                                                                                             Sara Rodríguez Guerra

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