Elegir
una foto y elegir un momento. Eso es lo que he hecho. El camping de Murcia nos
acogía todos los veranos. Los viajes en furgoneta los disfrutaba en el colchón
de la parte de atrás con Rif, o Rifito, como yo lo llamaba.
Éramos
tan inseparables que parecía mi perro. Y no lo era. Rifito era el perro de unos
amigos que creció conmigo en la playa y el campo. Me salvaba si me ahogaba y yo
le daba magdalenas. Era una amistad pura y sin conveniencias. Tan pura que le
prestaba mis chupetes.
Mis
brazos y piernas solían llenarse de arañazos cuando jugábamos. Pero nunca tanto
como aquella vez que decidí ponerle la correa y sacarlo a pasear. Salí volando
literalmente para aterrizar y ser arrastrada por un suelo de hormigón. Y es que
Rif era un perro de agua grande y fuerte, o a mí me lo parecía. Pero seguro que
pesaba más que yo.
A
mí me daba igual. Cazar saltamontes con Rifito era lo más divertido del mundo. De hecho, él era el perro más divertido del mundo.
María Torres García
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