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Tokio Blues







"...Sin embargo, por más que intentase olvidarlo, en mi interior permanecía una especie de masa de aire de contornos imprecisos. (...) Ahora puedo traducirla en las siguientes palabras: la muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte de ella. Expresado en palabras, suena a tópico, pero yo en ese momento lo sentía como una masa de aire en mi interior. La muerte estaba presente en el pisapapeles, en las cuatro bolas rojas y blancas alineadas sobre la mesa de billar. Y nosotros vivimos respirándola, y va adentrándose en nuestros pulmones como un polvo fino.
Hasta entonces había concebido la muerte como una existencia independiente, separada por completo de la vida. (...) Me parecía un razonamiento lógico. La vida está en esta orilla; la muerte, en la otra. Nosotros estamos aquí, y no allí.
A partir de la noche en que murió Kizuki, fui incapaz de concebir la muerte (y la vida) de una manera tan simple. La muerte no se contrapone a la vida. La muerte había estado implícita en mi ser desde un principio. Y éste era un hecho que, por más que lo intenté, no pude olvidar. Aquella noche de mayo, cuando la muerte se llevó a Kizuki a sus diecisiete años, se llevó una parte de mí.
Viví la primavera de mis dieciocho años sintiendo esta masa de aire en mi interior. Al mismo tiempo, intentaba mostrarme serio, pues intuía que la seriedad no me acercaba a la verdad. Pero la muerte es un asunto grave. (...) Estaba en la plenitud de la vida y todo giraba en torno a la muerte."

   La fotografía la tome del Flickr de este fotógrafo. Y bueno, creo que el texto resume bastante bien lo que todos hemos sentido cuando alguien cercano se marcha por primera vez. Cuando leí este fragmento de la novela de Murakami por fin le puse palabras a la sensación que sentí hace dos años cuando se fue un amigo y compañero. Al igual que el protagonista, me sucedió en mi último año de bachiller, tuve la misma sensación de masa de aire. El mismo presentimiento de que la muerte se hallaba en cada uno de los objetos que me recordaban a él. Desde entonces ya no soy la misma. Supongo que sólo nos queda acostumbrarnos a escuchar las olas de la otra orilla hasta que estas mismas nos lleven a nosotros...  

   Carla Rosa

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