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La vida (no) es (tan) bella.


La vida es bella es una de mis películas favoritas. Trata la vida de una familia judía en la época de los nazis de una forma muy característica y siempre intentado sacar el lado “positivo”, aunque realmente de positivo tenga poco.


El protagonista de la película (Guido Orefice) siempre tiene una sonrisa para regalar y es un hombre al que nunca le falta el humor, ni si quiera en los peores momentos. Es un judío que llega a Italia con la ilusión de abrir una librería y poder formar una familia. Es un poco despistado, pero esa faceta será la que nos alegre siempre a lo largo de la película.

Nada más llegar a Italia se encuentra con la mujer con la que se casará y tendrá un niño.

Hasta aquí todo parece muy bonito, pero la vida no es tal y como la pintan. En cuestión de segundos la vida cambia tu destino, y el destino de esta familia era el sufrimiento.

Tras varias visitas de los nazis a la librería, se llevan finalmente al padre y al hijo en un tren para mandarlos a un campo de concentración, pero la madre pide a unos de los soldados que por favor la dejen subir al tren, a pesar de no ser judía.

A partir de aquí, Roberto Benigni (director y encargado de darle vida Guido) nos regala una clase de bondad hecha realidad. Guido le dice a su hijo que se los han llevado por que han sido seleccionados para un juego. El juego, según él, consiste en que no pueden encontrar a su hijo y por ello se tiene que quedar siempre escondido en la habitación mientras que él trabaja.

El problema es que todo juego, por el simple hecho de ser un juego, termina, y a este también le llegaría su fin. Después de pasar muchos días de trabajos forzados y de intentar esconder a su hijo la realidad, las tropas inglesas ganan la guerra ante Alemania y éstos abandonan todos los campos de concentración. Cuando todo parecía que iba a salir bien, y que por fin el juego había terminado con una victoria, uno de los soldados nazis que quedaban en el campo de concentración mata a Guido cuando iba en busca de su hijo, que se encontraba escondido en una caja de metal en uno de los patios.

Cuando los nazis despejaron el campo de concentración por completo y salió el sol, el hijo de Guido se encontró con su madre y los dos pudieron seguir con sus vidas.

La película puede parecer emotiva y cariñosa, pero la cosa cambia cuando piensas que esa historia que tenemos delante de los ojos ha ocurrido de verdad y que si tú fueras el padre y tuvieras que proteger a tu hijo harías algo similar. La vida es bella, es de esas películas que te enseñan a valorar de verdad las cosas o personas a las que quieres y que en cualquier situación darías la vida por ellas.


Ismael Vázquez

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