Es fácil, sobre todo en la época
de los efectos especiales y las bandas sonoras que acompañan a unos movimientos
de cámara acelerados, subir las pulsaciones de un espectador retrepado en el
sofá que dice no tener miedo y proclama no ser asustadizo. Lo difícil es contar
una historia, una historia capaz de estremecer la conciencia al caer la noche
de ese sujeto supuestamente imperturbable. Que cada sonido, cada sombra al ir a
dormir parezca la venida de los cuatro jinetes del apocalipsis. No poder sacar
la película de la mente del público. Eso es lo difícil.
Hablemos de películas infernales,
pero no de películas de zombies, eso está muy visto. (Dicho sea de paso, la
primera película que me tuvo una semana sin dormir era de zombies). Centrémonos
en el más allá, en lo desconocido, demonios y almas que no pueden pasar al otro
lado. “Arrástrame al infierno” cuenta cómo un espíritu demoníaco atormenta a
una chica hasta que la lleva consigo al infierno. “Paranormal activity”, con
sus 4 entregas, nos presenta recreaciones llevadas a cabo en el ambiente
doméstico en el que ocurrió. “El ente” de 1982, que trata una historia real de
una joven madre soltera atormentada por un fantasma que le sigue a todas
partes. La famosa “Poltergeist” de 1985, es otra variante, sin necesidad de
presentación.
Objetos que se mueven solos, voces incorpóreas o incluso espíritus demoníacos tomando forma de animales o niños… Hollywood lo intenta, pero pocas veces lo consigue. El formalismo que adquiere una historia (cámara bien situada con movimientos calculados, actores reconocibles…) hace que pierda calidad e intensidad respecto a su capacidad para recordarla en momentos de “debilidad” posteriores. Se ha intentado buscar la solución a estos problemas con películas-documentales con cámara al hombro cuyo objetivo apuntaba hacia unos cuantos desconocidos y mucha oscuridad. Estamos hablando de la incomprendida “El proyecto de la bruja de Blair”, una historia de miedo para algunos, un vídeo curioso para ver en internet para otros.

Tampoco nos quedamos cortos de
casas con “encanto”, tanto en serie, “El caso de Amityville” o la recién
estrenada “Insidious” en las que las escenas comienzan con una brisa del más
allá acompañado por un aliento gélido y carraspear de dientes de los
personajes.
Muchos dirán que este género
tiene características comunes con la comedia estudiantil o el policiaco: vista
una, vistas todas. Mi punto de vista es otro. Pienso que estas películas son la
plasmación de inquietudes con de las personas corrientes con respecto al más
allá. Sólo nos ayudan a acercarnos o intentar comprender mejor lo que nos rodea
y no vemos. Lo que sentimos pero no comprendemos. Viva el cine terror y viva el
miedo. Sólo si son buenos.
Javier Yáñez Blasco
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